Llamados “las joyas del mundo” y “resplandecientes pedazos de arco iris” por su radiante plumaje parecido a gemas de zafiro, rubí o, en nuestro caso, esmeralda, la familia de los colibrís o zumbadores (Trochilidae), está únicamente en el hemisferio occidental desde Canadá hasta Tierra del Fuego en Argentina. Huitzilopotchtli, el “colibrí del sur” era el dios de la guerra de los Aztecas, quienes creían que todo guerrero muerto se reencarnaba en una de estas aves. Los colibríes se caracterizan por sus largos y delgados picos con lenguas tubulares especializadas para alimentarse del néctar de las flores. Tienen una relación estrecha con ciertas plantas, influenciando mutuamente su evolución. Esta coevolución ha llegado al punto de que la forma y el tamaño del pico de algunos colibríes coinciden exactamente con flores específicas. Esto da ventajas a los zumbadores frente a insectos y otras aves que carecen de su equipamiento especializado, a la vez que la planta se beneficia porque al especializarse en menos especies, el ave le trae polen de una manera más confiable. De las 18 especies de zumbadores caribeños, tres son residentes de La Española.
Estas incluyen a nuestro zumbador esmeralda, una “joya con tornasoles,” ligeramente menor que el zumbador grande (Anthracothorax dominicus) pero bastante mayor que el diminuto zumbadorcito (Mellisuga minima). Como en muchas aves, el plumaje del macho es más llamativo que el de la hembra. El cuerpo del macho es verde oscuro con tornasol bronceado, plumas de la garganta verde metálico y una mancha negra en el pecho. El cuerpo de la hembra es verde más pálido por encima y grisáceo por debajo, con una manchita blanca muy visible detrás del ojo. El pico del zumbador esmeralda es mediano, bastante recto, con la parte inferior rosada en el macho. El extremo de su cola está dividido en dos.
El zumbador esmeralda vive en los bosques húmedos de montaña, así como en regiones de carso en tierras bajas de La Española. Puede detectarse por el sonido de abejorro de su vuelo rápido y su enérgico llamado metálico tic-tic-tic. A menudo se ve alimentándose de flores rojas o rosadas, como las flores tubulares de Fuchsia de bosques de montaña. En los pinares, tiene mucha afinidad por los arbustos del género Lyonia (Ericaceae), los cuales defiende agresivamente dentro de su territorio. El anidamiento ocurre entre enero y agosto. Se habla de “machismo” en esta especie, pues es la hembra la que hace el nido y cuida los pichones. Tejen su singular nido con seda de telarañas, incorporando pedacitos de hojas, cortezas, plumitas, musgos y líquenes, formando un pequeño cuenco ajustado pero flexible. Curiosamente, en República Dominicana se utilizan los nidos de zumbadores para curar afecciones del oído.
“¡Qué lástima que la mayoría de estas joyas viven en junglas o en montañas tan espesas que es difícil para una persona ordinaria poder conocerlas bien!” Anaballe Stockton de Dod
“De todos los grupos en que se dividen las aves, no hay otro tan numeroso en especies, tan variado en forma, tan brillante en plumaje, y tan diferente a todos los demás en su modo de vida.” Robert Ridgway
Aunque seguramente el zumbador esmeralda ha sufrido por la gran pérdida de bosques húmedos en La Española, sigue siendo relativamente abundante en algunas localidades, incluyendo cacaotales y cafetales de altura. Los campesinos dominicanos sienten aprecio por los zumbadores, a los cuales ven como aves delicadas y beneficiosas para sus cultivos. Les llama la atención que pasen tanto tiempo en el aire y “no pisan ni matao el suelo.” Una creencia muy popular en campos dominicanos es que el día que un colibrí toque el piso, será el fin del mundo. ¡Una razón más para asegurar que estas maravillosas aves sigan volando por muchas generaciones más!