Al igual que sus parientes de la familia de los papamoscas tiranos (Tyrannidae), la maroíta no es un ave llamativa. Sin embargo, es un placer verla en los bosques donde vive, pues es bastante mansa y deja que una persona se le acerque. La maroíta es una pequeña ave (16 centímetro de longitud) de color gris-olivo, un poco más oscuro en su cabeza y de color gris amarillento pálido o crema en su parte inferior. Su pico es relativamente largo y ancho, oscuro por encima y amarillento o naranja pálido debajo. Cuando está posada, la maroíta es difícil de detectar, porque sus colores se confunden muy bien con la vegetación. Sin embargo, una vez ubicada, es fácil seguirla entre los árboles. Los tiránidos son una familia muy diversa y numerosa del continente americano, especialmente en sudamérica, especializada en comer insectos.
Su nombre proviene de uno de sus géneros, Tyrannus, que significa tirano, por la agresividad de muchos de estos papamoscas al defender su territorio o sus nidos, arremetiendo contra aves mucho más grandes que ellos que se acerquen. Sin embargo, la maroíta no es agresiva como otros miembros de su familia, especialmente el extrovertido petigre (Tyrannus dominicensis), que fácilmente puede verse en toda la isla peleando y ahuyentando a otros petigres, guaraguaos, cuervos, cuyayas y otras especies que vea como una amenaza.
Aunque parece preferir las montañas y su pie de monte, la maroíta puede encontrarse en una gran variedad de hábitats que incluye pinares, bosques secos y latifoliados, matorrales, plantaciones de café de sombra, huertos y los alrededores de manglares, desde el nivel del mar hasta al menos 2,000 metros. Suele posarse más cerca del suelo que su pariente el manuelito (Myarchus stolidus), quien es además mayor que ella. Sale de su percha en una rama en busca de insectos voladores, los cuales caza al vuelo haciendo un chasquido con su pico, y después regresa a menudo describiendo un círculo a la misma rama. Después de posarse siempre mueve la cola de una manera muy graciosa y característica. En los bosques de pino, la maroíta a menudo se integra a bandadas mixtas con otras aves. Ocasionalmente come también algunas frutitas.
“La maroíta no es un ave muy pintoresca. Tampoco llama la atención por su canto. Sin embargo, gana nuestra admiración porque no solamente come muchos insectos, sino que además es un payaso.” Anabelle Stockton de Dod
“En los grandes bosques de pino cerca de Constanza escuchó en muchas ocasiones un llamado triste, de considerable alcance proviniente del tope de los árboles de pino. Después de varios días buscándolo, lo rastreó hasta la pequeña maroíta, algo totalmente inesperado [...]” Alexander Wetmore y Bradshaw H. Swales
Se puede encontrar a la maroíta siguiendo su voz, que es una variedad de notas tristes consistentes en pip-pippip- pip. Su canto al amanecer es una sucesión fuerte y rápida que suena shurr, pet-pet, pit-pit, piit-piit, en aumento. Hace su nido en forma de copa con mucho cuidado empleando diversos líquenes, musgos y pequeñas raíces y lo coloca en una horqueta de un árbol o arbusto no muy alto. Pone de dos a cuatro huevos blanquecinos, muy moteados. Anteriormente la maroíta estaba agrupada con otras dos especies caribeñas bajo una sola, pero hoy se reconoce que las especies de Contopus de La Española, Cuba (Contopus caribeus) y Jamaica (C. pallidus) son distintas, con diferencias en su canto y forma del cuerpo. En La Española es relativamente común. También existe una subespecie endémica de maroíta de la isla de Gonâve, Haití, pero no se sabe mucho sobre su situación actual.