Barrancolí (Todus subulatus)

Este pajarito ha sido comparado a “una joya de esmeralda y rubí.” Con su color verde brillante, garganta roja, pecho blanquecino, lados rosa y porte regordete, el barrancolí tiene un aire muy simpático que a todos agrada. Sus vistosos colores hicieron que los primeros naturalistas que visitaron la isla lo confundieran a primera vista con un diminuto loro o papagayo; en Haití todavía perdura el nombre de “kolibrí” para él, quizás por su pequeña talla y delgado pico. Sin embargo, la familia del barrancolí (tódidos o todis) está más cercanamente emparentada con los momótidos (pájaros raqueta) y alcedínidos (martines pescadores y afines).

Cuba, Jamaica y Puerto Rico tienen su propia especie de todi, pero sólo La Española fue premiada con dos: el barrancolí y el chicuí. Aunque las diferencias son sutiles, el barrancolí puede distinguirse del chicuí por su canto, por tener un pico más corto y ancho, colores más pálidos, ser ligeramente mayor en tamaño y también porque suele ocupar tierras más bajas que aquél (por debajo de los 700 metros). Sin embargo, ambas especies se solapan bastante en algunas zonas bajas y medias de montaña.

El barrancolí está ampliamente distribuido; en 1931 fue considerado una de las especies más abundantes y constantemente vista de toda la isla.

LC Preocupación menor

Estado de Conservación

Afortunadamente, hoy todavía es relativamente fácil de ver y se encuentra en muy distintos hábitats, aunque es más frecuente encontrarle en bosques secos sobre roca caliza, cafetales de sombra, manglares, pinares y diversos bosques húmedos y secundarios, incluyendo el Jardín Botánico Nacional en la misma ciudad de Santo Domingo. Puede ser muy abundante en algunos lugares, donde su triste e insistente llamado: tirp, tirp, tirp nos alerta de su presencia. En los lugares que ocupa, a menudo podemos también escuchar su distintivo brrrrrrrr seguido del chasquido de su pico que hace en vuelos cortos al capturar los insectos que come. A menudo, los todis se posan calladamente en los árboles con su cola hacia abajo y pico hacia arriba, sólo moviendo su cabecita para seguir a los insectos. Su color se confunde tan bien con la vegetación, que si no está haciendo algún sonido, es casi imposible verle a menos que se mueva.

“Verdad es que hay unos paxaritos todos verdes, no mayores que los xilgueritos de Castilla; pero aquellos, aunque son verdes, no son papagayos.” Gonzalo Fernández de Oviedo

A pesar de su pequeña talla, tiene un apetito voraz: es capaz de comer casi la mitad del peso de su cuerpo en insectos en un solo día. Su nombre de barrancolí o barranquero se debe a que anida en el talud de barrancos o bancos de tierra. Las parejas excavan estos nidos haciendo turnos usando su pico y patas. Mientras uno está trabajando, el otro descansa en una ramita cerca del sitio hasta así completar un túnel curvo de unos 40 a 50 centímetros donde pondrán sus huevos sobre tierra suelta. Cuando están criando sus polluelos, los todis son padres muy atentos, mostrando una de las tasas de alimentación de sus crías mayores que se han registrado para aves insectívoras. Esto resalta su importancia en el control natural de insectos plaga.